lunes, 27 de enero de 2014

Viejos recuerdos... nuevos


Ludovico Einaudi - Dietro casa

Un día, siendo niño, recibí un inesperado regalo de mi padre.
Se presentó en casa con una caja de madera barnizada en tonos caoba y me la ofreció. Como carpintero que era, no era extraño que de cuando en cuando apareciera con cajas, cajones, mesas, listas para ser ensambladas, etc.,pero en esta ocasión, la cajita era para mí. La abrí y en su interior, perfectamente encajadas en pequeñas celdas, había piedras de diferentes colores y formas.
Mica, pirita, calcita, aragonito, cinabrio, blenda, blenda acaramelada, galena, ... todo un mundo de minerales que descubría por primera vez.

Entre todos ellos destacaba, por lo diferente, un pequeño frasco de cristal, muy pesado para su tamaño. Contenía un líquido de color metálico que, por la etiqueta que lo acompañaba, supe que era mercurio.

Mi padre me invitó a cogerlo con los dedos, a sabiendas que no era posible hacerlo. Muchas veces jugué con esta sustancia, me la pasaba de una mano a otra en un movimiento de balanceo, precipitándolo cada vez de más altura. Por efecto del impacto de la caída, se descomponía en pequeñas bolas que, en cuanto curvaba la palma de mi mano, se precipitaban hacia su interior absorbiéndose unas a otras y conformando una bola mucho mayor.
A veces erraba en la caída y el contenido se estrellaba contra el suelo generando decenas de minúsculas bolitas que se alejaban rodando rápidamente. Era frustante ese momento.
Con mucho cuidado y paciencia, una hoja de papel y un recipiente, había que ir acercando unas a otras hasta tocarse, momento en que lograbas que se fusionaran entre ellas.

El juego de aquellos días quedó guardado en un pequeño y olvidado espacio en el desván de mi memoria.

Hoy vivo sensaciones y deseos que tampoco puedo atrapar, que se me escurren entre los dedos y han hecho que rescate y desempolve aquellos viejos recuerdos.




lunes, 20 de enero de 2014

Pediré todo el oxígeno del mundo ...

 
Somewhere Over the Rainbow - Israel Kamakawiwo


En algún lugar sobre el arcoiris
en lo más alto...
hay una tierra de la que oí hablar
una vez en una canción de cuna.

En algún lugar sobre el arcoiris,
los cielos son azules
y los sueños que te atreves a soñar
se vuelven realidad.

Algún día pediré un deseo a una estrella
y despertaré muy lejos de las nubes
dejándolas atrás,
donde los problemas son como gotas de limón
lejos, muy por encima de las chimeneas,
ahí es donde me encontrarás.

En algún lugar sobre el arcoiris
vuelan pájaros azules.
Los pájaros vuelan por encima del arcoiris,
Por qué, entonces, ¿por qué yo no podría?

En algún lugar sobre el arcoiris
en lo más alto...
hay una tierra de la que oí hablar
una vez en una canción de cuna.

En algún lugar sobre el arcoiris,
los cielos son azules
y los sueños que te atreves a soñar
se vuelven realidad.

Si los pájaros vuelan alegremente
más allá del arcoiris...
¿Por qué yo no podría?

viernes, 13 de diciembre de 2013

Últimamente

 
Olafur Arnalds - Only the winds

Últimamente no escribo. Últimamente no hago fotos. Últimamente no hago nada...

Necesito salir de la apatía que me envuelve, me siento como una oruga en su crisálida hibernando en otoño, fuera de temporada.

Así que este primer fin de semana largo de diciembre me propuse intentar recuperar tiempos perdidos, obligarme a salir y colgarme la cámara al hombro.

Ante la previsión de nieblas matutinas decido coger el coche y perderme la mañana del sábado en Urbasa, refugio incondicional que casi nunca me defrauda. Suele ser amigo fiel.
Sin embargo en esta ocasión se me muestra soleado, espléndido, ideal para pasear sin prisas por su interior, pero sin nieblas, que es lo que busco.

Es un lugar que me trae recuerdos de lo que no fue y éstos me acompañan a lo largo de toda la mañana haciendo que mi atención se distraiga, no disfruto de lo que tengo delante de mis ojos, miro pero no veo.

El sol se filtra entre las ramas desnudas de ese magnífico bosque de hayas y lo envuelve en un traje de camuflaje que no se presta a ser fotografiado. Por lo menos yo no lo veo.
Continuo andando sin rumbo fijo y llegado el mediodía emprendo camino de regreso a casa.

Esa noche me desvelo y desespero viendo pasar las horas sin conseguir conciliar el sueño. Decido hacer otro intento y me encamino esta vez hacia Aralar.

La mañana es muy fría y observo los campos helados cubiertos de una fina capa blanca. Según asciendo por Baraibar la nieve va se va mostrando cada vez con mayor presencia, pero ni rastro de nieblas matutinas. El frío es intenso y en el aparcamiento cambio de idea y me dirijo hacia San Miguel por simple curiosidad, como si me costara salir de la cálida comodidad que me ofrece el interior del coche.

Sin embargo, en el parking de San Miguel de Aralar me encuentro con un panorama que enamora. a mis pies se muestra la Sakana cubierta por una densa capa de nieblas que lo cubre todo hasta el horizonte.

 

La verdad es que solo por esto ya ha merecido la pena el viaje. Cojo la cámara y comienzo a moverme por allí intentando ver cómo puedo reflejar en imágenes este espectáculo en un ejercicio inútil de antemano. No es posible, la cámara limita los márgenes de lo que vemos, no muestra ni olores, ni el sonido del viento, el vaho de la respiración, ni el ruido de las pisadas sobre la superficie helada. No se puede recoger en unas fotos tanta información.
Hay que vivirlo.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Otro cielo



Ludovico Einaudi - Nuvole Bianche

No existe esponja para lavar el cielo
pero aunque pudieras enjabonarlo
y luego echarle baldes y baldes de mar
y colgarlo al sol para que se seque
siempre te faltaría un pájaro en silencio
no existen métodos para tocar el cielo
pero aunque te estiraras como una palma
y lograras rozarlo en tus delirios
y supieras por fin cómo es al tacto
siempre te faltaría la nube de algodón
no existe un puente para cruzar el cielo
pero aunque consiguieras llegar a la otra orilla
a fuerza de memoria y de pronósticos
y comprobaras que no es tan difícil
siempre te faltaría el pino del crepúsculo
eso porque se trata de un cielo que no es tuyo
aunque sea impetuoso y desgarrado
en cambio cuando llegues al que te pertenece
no lo querrás lavar ni tocar ni cruzar
pero estarán el pájaro y la nube y el pino.
Mario Benedetti